FRANCIA

 Octubre de 2023

Una vez arriba del col de Banyuls y con bonitas vistas al mar, me desvío por el camino que me recomienda google maps. El traqueteo del pedregoso camino me da que pensar en que será una prueba para el nuevo portabultos, que pasa sin mayor problema, si el anterior no se hubiera roto en Barcelona, seguro lo habría hecho aquí. Buena compra.

Apenas unos minutos y, para mi sorpresa, me encuentro a una ciclista alemana, es el último lugar donde esperaba encontrarme con alguien. Viaja en solitario, con la bici cargadísima, que debe estar más o menos igualada con su peso y va hasta Marruecos.

Maps me desvía por un tramo de vereda que pende sobre un precipicio, que espero no sea muy larga. Se pone cada vez mas estrecha, encajonada entre puntiagudas rocas que perforan los primeros agujeros en mis alforjas de tela, tengo que ir empujando la bici, pasando por los estrechos pasos con rocas; primero paso yo, y después desde delante, tiro del manillar de la bici, todo ello a escasos centímetros del precipicio, el ya camino de cabras se prolonga unos eternos tres kilómetros en ese plan hasta que finalmente llego a una pista forestal desde donde veo la costa. Se acabaron los caminos, vuelta al mar.

Ya sobre el asfalto, voy descubriendo el carácter de los franceses, bastante afable a mi modo de vida. Las bicicletas son muy respetadas en el país del Tour, aunque los coches pasan más cerca que España, algunos levantan el puño desde el coche, dando ánimos. A parte del país, también ha cambiado el tiempo, las nubes empiezan a tomar protagonismo y el ambiente es mucho más fresco. Después de unas temperaturas veraniegas e inusuales en Cataluña, estas nubes no pueden si no refrescar mi estado de ánimo. Me encuentro genial.

En la ciudad de Angels-sur-Mer me parece estar de nuevo en Girona pues un cartel a la entrada da la bienvenida al Païs Català, y es que en esta provincia del Rosellón también se habla el catalán. En un supermercado me llevo el primer chasco en tierras francesas, los precios están mucho más altos que en España, comida para hoy y una cerveza para celebrar la entrada a Francia, me sale en unos diez euros.

Francia es el país de las acampadas fáciles en lugares bonitos. Los alrededores de los pueblos suelen tener de esas áreas recreativas, cerca del rio, con bancos y mesas y el césped cortado al milímetro. Acampo en uno de esos lugares, por la mañana un señor pasea a su perro y lejos de poner alguna queja, sonríe.

Recorro varias ciudades, muchas de ellas orientadas al turismo de sol y playa pero sin grandes hoteles ni bloques de apartamentos, y otras con encanto y olor a historia como Agde, una bella ciudad atravesada por el rio Herault, con una gran catedral románica en su centro, salvaguardada por altísimos muros y contramuros que le dan aspecto de fortaleza, también Gruissant y su castillo, Aigues Mortes y su centro histórico amurallado y rodeado de canales que trasladan parte del caudal del Rhone al petit Rhone. Llama la atención que algunas casas de estas ciudades están muy deterioradas, con humedades en las fachadas que oscurecen su aspecto y ventanas de madera podrida; especialmente veo esto en el pueblo de Vías. No es la imagen que se suele tener de Francia.

Esta zona costera es también hermosa. Una sucesión de desembocaduras de ríos, incluido el gran Ródano, albuferas, bosques costeros, marismas y lagunas saladas. Son espacios protegidos donde se aglutinan las garzas y los flamencos rosados dispuestos a zamparse todo el pescado de las poco profundas lagunas. No puede sino recordarme a la zona del Delta del Ebro, más aún cuando, recorriendo un espigón entre unas salinas y el mar, varias garzas se ponen a mi lado, mecidas por el viento mientras yo ruedo sin esfuerzo, escuchando música.


 ♫

Los cielos te miran desde arriba;

y las estrellas te guiarán

en este plano en el que todos vivimos

Date algunas vibraciones positivas

Puedes hacer lo que quieras hacer

Puedes llamar el juego al que juegas

Puedes ir a donde quieras ir

Todo lo que tienes que hacer

es dejar que el Sol brille a través de ti

Date algunas vibraciones positivas […]


Cerca de la ciudad de Arlés, mi cuerpo decide que es de nuevo momento para parar. En una finca abandonada y escondida coloco la tienda bajo un árbol, no es un lugar muy bonito pero está bien escondido y nadie se va a quejar. En las fincas de alrededor guardan toros bravos, habrá que estar atento.

El viento ha entrado estos días y, viéndolo venir, compré unos metros de cuerda para amarrar mejor la tienda al suelo y evitar salga volando como una garza. Mientras ceno, una ranita verde viene a visitarme, es del tamaño de una castaña. Como si estuviese esperando, se levanta un fortísimo viento que zarandea la tienda pero no hay peligro, las cuerdas funcionan aunque esta noche debo usar tapones de los oídos para dormir, pues el viento zarandea ruidosamente las ramas de los pocos árboles que hay alrededor.

Al día siguiente, y con el tiempo algo más estable, vacío la bici de equipaje y voy a Arlés con la idea de hacer un poco de turismo, pero sobre todo, con la idea de cargar las baterías portátiles y el móvil. Arlés es una antigua ciudad romana delatada por los puentes que dan acceso a través del rio Ródano, destaca sobre todo su enorme anfiteatro romano y es también famosa por ser la ciudad de veraneo de artistas como Picasso o Van Gogh. Una vez acabada la ronda turística, paso a la operación carga de energía y para ello me dirijo a la estación de tren, después de tres horas consigo cargar el móvil pero no las powerbank, solo hay un enchufe. Pido a la chica de la tienda de la estación si puedo dejarlas cargando ahí.

     -No me hago responsable de nada – me dice

Camino a mi nido paro en una aldea de no más de diez casas, para mi sorpresa, un hombre mayor sale de casa y mientras chapurreo un mal francés.

    -¿Eres español? Mis padres emigraron de Murcia hasta aquí hace casi cien años.

Charlamos un rato y accede amablemente a cargar mis baterías. Nos despedimos entre risas, felices de habernos encontrado. A veces solo hay que dejar al universo trabajar.

Primer objetivo cumplido, ahora en el segundo día debo buscar un lugar donde lavar la ropa. La corriente del Ródano es demasiado fuerte y para colmo llueve, así que solo queda ir a una de esas autolavanderías en Arlés, previo pago de doce euros. Vuelvo a dejar solo el nido durante unas horas, algo que no me acaba de dar tranquilidad.

Me desvío hacia el interior, esquivando las urbes de Montpellier y Marsella. El optimismo de días atrás ha mermado, por simple causa natural supongo. Es momento de echar mano de Pablo d’Ors y su Biografía del Silencio, uno de los dos libros que llevo en las alforjas.

 

[…] Nos gusta el drama porque nos aburrimos de nosotros mismos […]

Al meditar, se descubre que a la vida no hay que añadirle nada

Nos inventamos problemas para sazonar nuestra biografía,

que sin esas trabas nos parece plana y gris.

Observar la mente, sin prejuicios, es el camino

 

En el departamento de los Alpes Marítimos aparece la montaña. En una tarde recorro el parque natural Prealpes d´Azur,  un frondoso bosque de pinos, encinas y madroños que paso la tarde recogiendo. Toco de nuevo costa en la ciudad de Cannes, famosa por su festival de cine que congrega a las estrellas de Hollywood cada año, seguidamente llego a Niza y aún a riesgo de que se me haga de noche decido dar un pequeño ruedo por la ciudad. De nuevo me topo con las sorpresas que aparecen cuando no planificas nada: la bonita catedral rusa de Niza, construida en 1912 a petición de la comunidad rusa-ortodoxa en Niza, rodeada de curiosas torres cónicas abombadas, que contrarrestan con las rectilíneas paredes y tejados de las catedrales románicas.

Ya de noche salgo de la ciudad y subo una durísima cuesta de dos kilómetros que, con la lluvia añadida, se me hace eterna. En una zona aún urbanizada, sigo unas escaleras que dan acceso a un pequeño y frondoso bosque, parece un buen lugar, dentro de que no es buen lugar, pues estoy rodeado por casas. En uno de los amplios escalones que bajan al bosque coloco la tienda.

Dia siguiente la lluvia continúa, parece buen día para descansar y cargar baterías. Los árboles dan a mi tienda cierta discreción, y salvo alguna persona que pasa por ahí y saluda, nadie me ve. Un chapista de barcos accede a cargar mis baterías. En la tarde empiezo a aburrirme, mucho, noto que no estoy en mí. Más aún cuando decido dar un paseo por la urbanización con calles sin aceras donde continuamente pasan coches a escasos centímetros. ¡Estas calles son únicamente para que el coche salga y entre del garaje! Más aún me noto fuera de mí. Es buen momento pues para poner en práctica a Pablo d´Ors.

 

Observar la mente es el camino.

Fortalecer al observador

es el camino para acabar con la tiranía de la mente

que marca la distancia entre yo y el mundo

 

Sin más preámbulo me siento, cierro los ojos y observo. Observo cómo los pensamientos pasan, y pasan… ¡dios mío que ajetreo hay ahí! Tras unos minutos, el lío de pensamientos se pone a la suficiente distancia como para que no me afecten, se desvanecen, aunque no del todo. Me encuentro mejor.

La soleada mañana trae la vuelta a la ruta, sigo por la costa que poco a poco se torna acantilada: son los Alpes cayendo al mar. Siguiendo la estrecha y atestada carretera, empiezo a divisar enormes edificios y coches de lujo junto a mi bicicleta. Estoy, sí, en un pequeño y nuevo país. 

Mónaco es el segundo estado más pequeño del mundo y la ausencia de impuestos sobre la renta, la plusvalía o el capital para sus habitantes atrae a las grandes fortunas de Europa, que no han dudado en hacer de la ciudad un entramado de hoteles de lujo, casinos, puertos deportivos y demás lujos extravagantes. Recientemente, el principado fue incluido en la “lista gris” del Grupo de Acción Financiera Internacional por ser considerado un centro mundial de blanqueo de dinero.

De nuevo en Francia paso el pueblo de Menton, y por una carretera incrustada en los acantilados, entro a Italia.







Agde y su catedral románica






Hoy hay visita





Descubrimiento del mes: la catedral rusa de Niza


Los Alpes "cayendo" al mar





De mudanza





Mónaco







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