MÉXICO

 

Noviembre de 2024

Del aeropuerto de Cancún solo se puede salir por una carretera con dos carriles para cada sentido y atestada de tráfico, la bicicleta tampoco va nada bien; hubiese necesitado un mecánico en el breve descanso de mes y medio en España, pero voy dispuesto a recorrer América con el guardabarros suelto, un sillín durísimo y unos pedales que no paran de caerse. Mientras paro por enésima vez a colocar bien el pedal, uno de los militares del control que tienen en la vía me pregunta qué hago, no da crédito cuando ve toda la bici equipada y los pedales doblados. Cansado de esta carretera tomo un desvío por camino de tierra hasta la casa donde he reservado habitación para hoy.

A pesar de su cercanía al lujo de Cancún, el pueblo de Avante es bien humilde: apenas unas pocas calles asfaltadas y casas semi-escondidas entre la selva yucateca. Por el camino he encontrado un mecánico que ha cambiado el desviado tornillo del pedal y ha acomodado el guardabarros.

Después de 17 horas de sueño, si 17, salgo a la calle, compro un nuevo sillín de peor calidad pero más blandito que el que había traído y tomo dirección a Valladolid. El chico al que regalo el nuevo sillín me hace varias preguntas:

-             -  ¿Y cuál es su religión? La mía es Manantial de Vida, nuestro pastor dice que…

El rural sureño mexicano, al igual que toda Centro América, está realmente tomado por los templos evangélicos. Los pastores se erigen en salvadores capaces de llevar al paraíso a cualquiera, siempre y cuando este pague religiosamente el diezmo, que suele estar en el 25% del salario. Es especialmente popular en pueblos humildes y comunidades indígenas.

Bajo un sol de justicia que anuncia el fin de la temporada de lluvias, avanzo los primeros 70 kilómetros. Al atardecer hago una parada en una aldea con la idea de pedir lugar para dormir, pero algo no me da buena espina. De uno de los templos, que hay por doquier, sale un tipo borracho que se acerca a mí, prepara el brazo para darme un golpe, si, aunque por el camino el brazo pierde fuerza y más que golpear, es dejar caer el brazo sobre mi manillar.

En Ignacio Zaragoza pregunto a la policía para colocar la tienda en algún lugar, me ofrecen ponerla a las puertas de la comisaría, en la calle principal del pueblo. La dejaremos como opción X. Hablo con otro hombre que llama a un amigo suyo y éste me ofrece acampar en su finca particular. De camino al lugar charlamos:

-         -  ¿Hubiera usted acampado así en plena calle, como me dijo la policía? -Le pregunto

-                  -  Mm, en la calle no, pero al estar la policía al lado no hubiese pasado nada

-              - Joder, en la selva panteras y en los pueblos malandros

-              -  Creo que aún así es más segura la selva

Antes de llegar a Valladolid me desvío por estrechas carreteras comarcales y paso varias aldeas de humildes casa de madera, casi incrustadas en la selva. Más que casa, es un refugio para la lluvia y el sol, pues la gente pasa el dia afuera de la casa, en una parcelita donde también cocinan al fuego. Tampoco hay camas pues las noches tropicales hacen que sea obligado dormir en hamaca.

Llego al turístico pueblo de Cobá, con la mitad de su núcleo ocupado por restaurantes y la otra por  casas de madera. En las inmediaciones del pueblo hay varios cenotes, ruinas mayas y una pequeña laguna que divide el pueblo en dos. Después de preguntar en una iglesia evangélica para dormir, con respuesta negativa, me dirijo a un campo de fútbol y desde allí me aconsejan pedir lugar en la casa de la cultura.

Víctor es el encargado del lugar y me ofrece quedarme el tiempo que necesite.

-           - Yo llegué a este pueblo hace 24 años – me dice- por entonces aún algunas familias hacían la danza de la lluvia; ahora todo ha cambiado, en la escuela estos niños aprenden que la cultura maya desapareció con la llegada de los españoles, que se mezcló y ellos son puros mayas, hablan maya… ¡no están mezclados! Y el turismo y esas iglesias evangélicas están lavando el cerebro a la gente, el pastor les pide el 25% de sus ingresos y ellos lo dan!

Sigo por estas carreteras con un paisaje cada vez más selvático, entre árboles enormes y chillidos de monos. Después de visitar y darme un baño en el cenote inundado de Choo-Ha entro en el estado de Yucatán.


Lo que guardo en mi recuerdo
Lo que siento de verdad
Mis pies se desmoronan
Al mirar el mundo
Abro mi pecho
Y no me encuentro
Rompo el espejo
Las piedras de Luna ahora están en el suelo
Lo verde se volvió gris
Cenizas de agua en el jardín

La cadena de mi bicicleta empieza clama por jubilarse después de más de 10.000 kilómetros desde que la cambió Danjel en Bosnia y un mecánico confirma lo que ya intuía: hay que cambiar toda la transmisión. Pongo una cadena nueva y de mala calidad como parche temporal que salta incluso más que la anterior gastada.

En el pueblo de Dzitox el mecánico no tiene platos delanteros, así que paso la noche en la casa de la cultura, frente a ésta la policía lanza comunicados por los altavoces en maya.

-                    -   ¿Qué dicen? - Pregunto a un señor

-               -  Ah no, solo están anunciado la comida que ofrecen en las fonditas

A la mañana siguiente voy a Valladolid nada menos que con el comisario del pueblo (el equivalente del alcalde). Cuando volvemos al pueblo ya con la pieza, nos vamos a beber cerveza con sus amigos y ahí pasamos toda la tarde, junto a un camino. En un momento un tipo se acerca a nosotros, tambaleándose por la enorme borrachera que lleva, es el comisario del pueblo de al lado.

-              -  Ese es un culero – dice el comisario con el que bebo cerveza- se vende al mejor postor. Yo no soy así, yo trabajo por mi gente, por eso hay altos mandos que me quieren quitar de en medio. – Mientras habla, los demás asienten

Hablamos de la corrupción presente en cada punto del país, del narcotráfico, de la cultura maya, de curanderos ancestrales que curan enfermedades con plantas y del actual surgimiento de impostores que fingen hacer lo mismo por dinero, de rituales:

-          -  Cuando no llovía era necesario ofrecer sacrificios a los dioses, lo más valioso eran las vírgenes, una chavita de apenas 15 años, ellos sacaban su corazoncito y lo ofrecían así – dice levantando las manos al cielo- ¡y después llovía!

Después de llevar la pieza al mecánico, este no tiene la llave para sacar la rueda trasera, así que salgo de Dzitox con el mismo problema.

El mismo día que salgo recibo una durísima insolación que a la noche será un malestar horrible que casi no me deja dormir. Las estaciones de policía se convierten en buen lugar para acampar, algunos policías incluso parecen encantados de que les pida el lugar. Pasaré cuatro noches seguidas con la policía.

Tras 25 kilómetros por un camino de tierra entro al estado de Campeche, mucho más agrario y menos selvático que Yucatán. En el Palacio Municipal de Iturbide hablo con un policía que al principio no ve con buenos ojos que me quede esta noche, pues hay armas dentro del edificio, pero que finalmente me deja estar dos noches.

Después de ver las pirámides mayas situadas a unos kilómetros de Iturbide voy al mecánico que me hace la chapuza definitiva en el casette, pues empieza a cortarlo con una radial. Cuando veo el destrozo que está haciendo le digo que pare, ahora apenas puedo llevar la cadena en dos velocidades, es lo único que acepta sin saltar, por suerte todo esto es plano y circulo bien en 1-5 o 1-6, pero para las montañas de Chiapas esto debe estar solucionado.

En este pueblo conozco de la existencia de los Menonitas: comunidades procedentes de Alemania y otros lugares de Centroeuropa, con origen similar a los Amish estadounidenses, que formaron una nueva congregación tras las reformas protestantes en el siglo XVI. Como en Europa no les dejaron vivir en una nueva religión, donde fueron incluso perseguidos, emigraron a América. Uno de ellos me cuenta que su familia se estableció aquí hace 100 años.

Los hombres visten monos de trabajo y camisa de cuadros, muchos van en caballo y es raro ver a alguno conduciendo; las mujeres van de negro, con largas vestimentas similares a las de la época victoriana que contrastan con el clima tropical. Los “menonas” como les llaman los mexicanos, son exitosos agricultores: poseen buena parte de las tierras en el estado de Campeche que compraron a bajo precio, cuando éstas no son Ejidos (tierras comunales), y mantienen la producción mecanizada.

Los habitantes de Iturbide me dicen que no se mezclan con ellos, especialmente las mujeres y los hombres solo en temas de trabajo, pues muchos locales mexicanos son sus asalariados, es habitual que se casen entre familia y tengan muchos hijos para asegurar la descendencia. Solo usan la tecnología para asuntos de negocios y los coches los suelen manejar los asalariados de sus fincas.

En estos días en Iturbide empiezo a comprender mejor la cultura mexicana: aquí se come y mucho, y mucha carne y mucho picante, los puestos de tacos y empanadas están por doquier y teniendo en cuenta que en el supermercado los precios son similares a España, casi es mejor comer en la calle. Existen también leyendas urbanas de una “llorona” que sale cada noche, casas clandestinas donde venden alcohol para no pagar impuestos, que contrarrestan con los que no toman porque lo dice el pastor; llamativa también la basura a las afueras de los pueblos, a la que se le prende fuego, dejando toda una marca de ceniza en el suelo por la que enormes buitres siempre merodean.

Sigo camino por estas tierras donde la selva pierde protagonismo, desde la carretera hay varios kilómetros de cultivos o ganado hasta que la selva empieza a verse en la lejanía. Esa noche pierdo definitivamente el miedo y hago la primera acampada salvaje. Por la mañana y mientras recojo todo un fuerte picor me va recorriendo la pierna, ¡estoy sobre un hormiguero! Pequeñísimas hormigas escalan por mi pierna entre fuertes mordiscos y yo no puedo hacer si no salir corriendo y quitarme los pantalones para sacudirlas. Dejan una pequeña marca que pica bastante.

Desde la insolación de los primeros días algo no va bien, me canso demasiado. Apenas día y medio después de salir vuelvo a parar en el pueblo de Kikab, en el kiosco del parque central coloco mi tienda durante dos noches. Junto al kiosco queda el polideportivo y hoy hay mercadillo, los vendedores de ropa incluso duermen ahí en la noche. En un momento empiezo a escuchar alboroto y la señora del puesto de ropa empieza a gritar. Cuando ya me temo que es un robo me doy media vuelta y veo a un mono saltando entre las camisas, alguien que lo tiene de mascota se le ha escapado y ha sembrado el caos. Poco después aparece el dueño y lo lleva de vuelta a casa.

El día que reanudo la marcha me cuesta un mundo hacer los 20 kilómetros hasta el siguiente pueblo. Mi cuerpo está agotado por el clima tropical y mi estómago no está mucho mejor con el cambio de dieta. En el comedor escolar de Salinas de Gortari tomo dos platos de lentejas por 20 pesos (1 euro) y tras pensarlo y preguntar en el pueblo, rento una habitación para varios días. Ese primer día lo paso en la cama y duermo unas 10 horas.

En este pueblo el maya ha perdido influencia, Alfredo, el tipo que regenta la tienda más grande del pueblo donde paso largas horas, me dice que apenas si lo hablan unas cuantas familias. Los rasgos de los habitantes de este pueblo son algo distintos del resto, hay muchos “güeritos” (de piel blanca) y las mujeres comienzan a ser hermosas. Doña Irma y su marido, que pasan largo rato también en la tienda de Alfredo, construyeron la primera casa en Salinas hace 33 años, las tierras estaban baratas y este pueblo nació exclusivamente de la inmigración, sobre todo de zonas del norte del país, de donde también proceden la mayoría de menonitas que habitan por aquí.

El modesto cuarto que he rentado a don José es una caja de sorpresas: un día una rana, otro un ratón, una largatija y siempre siempre cucarachas. En la tienda de Alfredo no faltan las anécdotas de alguien a quien mordió una tarántula y le dejo para siempre la marca negra o serpientes que arrasaban gallineros.

En una de las mañanas que voy a pagar la renta a don José, su mujer me invita a un caldo de res a las 9 de la mañana, junto al plato, otro más pequeño con cebolla y chile rojo, fallo al llevarme a la boca el explosivo cocktail con el que empiezo a sudar y a llorar. Intentando disimular me echo una cucharada de caldo que no hace sino aumentar el picor en mi lengua. Pido ayuda y la mujer de José rápidamente me prepara una limonada, que es de lo poco que puede bajar el picante. Entre lágrima y lágrima me hablan de su hijo, que emigró a EEUU y acabó en negocios raros, volvió varios años después con lo puesto y en este momento no saben dónde está.

En la mañana que hago el equipaje para reanudar la marcha, noto un desagradable olor en la habitación, bajo uno de mis bolsos hay algunos gusanos y al apartarlo me encuentro a una tarántula muerta. Tras seis días en Salinas de Gortari, ya recuperado de mi estómago y con nuevos amigos en mi vida, vuelvo a la ruta. Apenas saliendo cruzo un puente y me detengo a saludar a uno de los habituales de la tienda de Alfredo, pero en mi pierna hay algo:

-                -   Esa abeja! Esa abeja!

Los bajos de estos puentes metálicos son sitios idóneos para las colmenas, pues se mantienen siempre calientes. Después del duro picotazo vuelvo a la ruta, parecía más de lo que fue.

Entre toros jorobados llego el pueblo de Pixoyal y decido hacer la acampada, de nuevo en el kiosco del parque, que en estas pequeñas aldeas suelen estar tranquilos. Después de un rato de lluvia me dirijo hacia una tienda donde la dueña me ofrece un estofado, y mientras lo tomo el pie de la picadura de esta mañana se me pone como un botijo hasta el punto que no puedo apoyarlo. Voy al médico a las 10 de la noche y me colocan una inyección, pues todo apunta a una reacción alérgica. El pie seguirá hinchado hasta que me vaya a dormir.

Por la mañana un señor se acerca con curiosidad a mi campamento, casualidad que trabaja con los apicultores y es experto en abejas

-               -   Esa que te ha picado es de las negras, están africanizadas, es una especie invasora y al ser de otro continente el cuerpo suele reaccionar con alergia.

Paso la ciudad de Escárcega donde compro finalmente una olla de cocina, pues la que compré el primer día por 4 euros está rayada desde el segundo día. Por estos planos caminos, casi sin tráfico y asfaltados me puedo permitir hasta leer un libro en el móvil a la par que pedaleo

En una de mis paradas de media mañana un señor se me acerca:

-             -   ¿Y como se pasea por aquí solo? Yo de noche ni me atrevo a salir en moto. Estas carreteras vacías son lugar perfecto para los asaltos. Hace un año un francés que viajaba en bici como tu, apareció muerto, se llevaron hasta su bici, solo encontraron su cuerpo…

Genial, si este hombre quería asustarme lo consigue. También caigo en cuenta de lo tranquilo que circulo a veces sabiendo del peligro de esta zona. Pero puesto que igualmente lo voy a hacer, creo que es mejor ir despreocupado, aunque por supuesto en cuanto cae el sol busco quitarme de en medio.

Llegando a Candelaria un tipo que prepara chicharrones, carnitas, “cuerito” de cerdo y demás ligerezas me invita a comer y otro tipo que deambula por allí me invita a Coca-Cola. Cuando me dispongo a irme y después de charlar con el dependiente me confiesa:

-                  -  Yo estuve 5 años en prisión por posesión de drogas, el narcotráfico es una salida fácil para la gente pobre y ese que te invitó a la coca, ese trabaja actualmente en el tema, se pasa el día dando vueltas, fichando a la gente y haciendo los recados que le mandan. No te fíes de él, es hijo del diablo.

La tarde se me hace pesada después de semejante festín de grasa y decido parar en una aldea junto al enorme rio Candelaria, buen acierto pues encuentro un lugar tranquilo y cuidado junto al rio donde pasaré tres noches

En estos dias retomo la rutina de yoga y estiramientos, por la tarde juego al fútbol en el pueblo donde hay internet gratis y a la noche enciendo una hoguera en el lugar de acampada. Para nada se hacen aburridos estos días. Por contra un grupo de adolescentes suele venir a la hora del mediodía a tomar cawama (litronas de cerveza) y ahí compruebo la cantidad de insultos y groserías que se pueden usar en cada frase; también hay una importante cantidad de mosquitos que controlo con el repelente y hormigas mordedoras, que me hacen inspeccionar el suelo a cada rato.

En los primeros pueblos del Estado de Tabasco las casas auguran un mayor nivel de vida: las casas de ladrillo visto dejan paso a coloridas y completas fachadas. Después de que me regalen una carne sudada en hoja de plátano tomo un desvío hacia las bonitas cascadas de Reforma: un baño en la orilla del gran rio Usumacinta, pues la fuerte corriente no permite alejarse y para cenar la deliciosa carne que me regalaron. Para dormir tengo que usar tapones por el fuerte ruido de las cascadas. A la mañana visito las ruinas mayas de Moral-Reforma.

Vuelvo a la vía dirección Villahermosa con la idea de reparar definitivamente la bicicleta donde un camión con doble remolque me saca de la vía, creo que con toda la intención. En la entrada al pueblo donde quiero buscar lugar me encuentro a un pájaro en pleno asfalto, parado, inmóvil, incluso pienso que es de plástico. Me bajo de la bicicleta y me paro junto a él, a medio metro, ni se inmuta.

Después de hablar con el comisario y dar el visto bueno a que duerma en el parque, monto la tienda y salgo a comprar, cuando vuelvo dos tipos están levantando mis cosas del suelo. El comisario y su cuñado se estaban llevando mis bártulos a su casa, me ofrecen quedarme.

Con el propósito de evitar a toda costa las carreteras federales, en Chablé me desvío por un camino de tierra pegado al enorme rio Usumacinta y sus pronunciados meandros, donde la reciente estación de lluvias ha dejado al ganado con el agua casi al cuello.

En una remota y humilde aldea de Esperanza paso el día de Nochebuena, en la cancha de futbol de la salida, algo alejado del jaleo que vendrá en la noche. Nada más colocar la tienda me encuentro rodeado de niños y adolescentes, probablemente todos los de la aldea, que también hablan un dialecto initeligible para mí. Despues del avasallaje de preguntas de cómo hago para vivir así yo pregunto

-                 -  Qué se hace acá en la noche?

-                  -  El que tiene dinero, beber cawama.

Después de cenar me acerco al lugar de la fiesta, en pleno camino de tierra donde incluso hay una pequeña orquesta para unas 10 personas de público. Después de ver el pesado ambiente de borrachera y tambaleos vuelvo a mi tienda.

Por la mañana me advierten que el camino hasta Jonuta, donde de nuevo aparece el asfalto, está en muy mal estado, por el contrario me ofrecen cruzar el rio en canoa y tomar el asfalto en la otra orilla.

El hombre que vive junto a la cancha es el que me ofrece el transporte. Vive en una de las casas más humildes que he visto, apenas una habitación con ropa y utensilio de cocina y la tierra como suelo. Cruzamos el rio de casi un kilómetro de ancho en la estrechísima canoa.

La noche previa a la llegada a Villahermosa la paso en un parque junto a un dispositivo policial, el taquero que me invita a cenar me dice que esta carretera es peligrosa:

-                - Con los policías al lado es más seguro, pero no dudes que ellos también están involucrados en el narcotráfico.

En la capital del estado de Tabasco me dirijo a la habitación que he rentado para tres noches y queda en el piso superior a la pequeña óptica de Víctor, que me advierte nada más llegar:

-                -  Has llegado en un momento espléndido, en Noviembre ha habido 150 muertos en Tabasco, la mayoría acá en Villahermosa. No quiero meterte miedo pero no salgas de noche, nada de callejones oscuros, de mirar a nadie… Ve a la tuya y no te metas donde no debes.

Victor me cuenta de la situación en el país, o al menos de su percepción.

-                  -  Yo creía que el sur de Mexico estaba algo mas libre del narco, pero veo que no. -Le digo

-                 -Antes si, pero últimamente el narco está muy presente, tanto como en los estados del norte; Últimamente perdieron la vergüenza, matan a cualquiera y dejan el cadáver en plena calle, es como que quieren que los vea.

Y sigue

-                - Yo estudié derecho en la universidad, ejercí muchos años de abogado hasta que empecé a ver la tremenda corrupción en los tribunales, nunca quise estar mínimamente relacionado con eso, así que dejé la abogacía, hice un curso de optometría, abrí esta pequeña óptica y a esto me dedico.

En mi pequeñísima habitación de unos 5 metros cuadrados me llama la atención que hay dos climatizadores y dos ventiladores. Con este tejado de chapa y los 45°C a los que se llega en Marzo y Abril, al final de la estación seca, Victor afirma que son mas que necesarios para coger el sueño en las noches.

Marcos, el mecánico, tiene todos los repuestos que necesito, además de marca Shimano. El mecánico que empezó a cortar el casette con una radial tocó con las grasientas manos los discos y todo el sistema de frenado está contaminado; con lo cual acabo cambiando casette, platos, cadena, discos, pastillas y, ya puestos, coloco cubiertas con tacos para las subidas chiapeñas y guatemaltecas totalmente desprovistas de asfalto.

La noche después de dejar Villahermosa acampo en la cancha de baloncesto de una pequeña aldea. Mientras cocino un hombre se acerca, botella de tequila en mano: Adán tiene 67 años, bebe desde los 12 y nunca ha pisado un médico. Asegura que antes en el campo había de todo, ahora solo da para el ganado porque los fertilizantes han agotado la tierra. Su casa son apenas tres paredes, un techo de chapa y una hamaca, nada más.

-             - Por la virgencita que el próximo año iré caminando hasta la Basílica – me dice llorando, como quien quizás necesita demostrarse su valía

Se refiere a la peregrinación hacia la Basílica de Guadalupe en Ciudad de México que cada 12 de Diciembre congrega a miles de personas que llegan a la capital, muchas de ellas a pie o en bici. Una especie de camino de Santiago, aunque aún no saturada y profanada por el turismo.

En el día de Nochevieja entro al montañoso estado de Chiapas. Después de quedarme a las puertas de una nueva insolación, decido tomar un camino de tierra que pone a prueba mis nuevos cauchos y luego de unas durísimas pendientes llego, agotado, a la aldea de Titzal. A casi mil metros de altitud la estampa es bien distinta a la de este mes en México: Montañas selváticas rodeadas de niebla, en un ambiente fresco y ¡sin mosquitos!

En el pueblo empiezo a escuchar un nuevo dialecto, el Chol, y los primeros metros por la aldea me valen para corroborar que esta aldea, y este nuevo estado, es uno de los más humildes del país. Después de pedir lugar, alguien llama al Delegado de la aldea que me da permiso para acampar en la cancha de fútbol, aunque me advierte por teléfono:

-           - Pon tu casita en una esquina, esta noche habrá fuegos artificiales. No sé si estarás muy cómodo ahí.

Una vez colocada la tienda, un hombre me ofrece llevar todo a su casa, y menos mal que le hago caso pues minutos después empiezan los fuegos artificiales a escasos 50 metros de donde había acampado y que durarán hasta las 12 de la noche.

-           -  Mientras estudiaba en la universidad –me dice Mateo mientras cenamos una ensaladilla rusa- tenía que trabajar para pagar mis estudios. Durante un tiempo caminaba 4 horas al día para llegar y volver de la finca a cambio de unos pesitos ¡Cuánta hambre pasé en ese tiempo! Por eso al verte me has recordado a cómo vivía yo en esa época y me he ofrecido a ayudarte.

-                  -   Sin duda son contextos distintos.

En la fresca mañana de año nuevo inicio la dura subida hacia Tila, que me llevará de los 500 a los 1200 metros en apenas 15 kilómetros. En la cara norte de esta montaña las nieblas toman cada vez más protagonismo y a media tarde cae una durísima tormenta tropical que no deja ver a dos metros. Emmanuel y su familia me ofrecen al principio el pequeño templo evangélico que visitan y después, una habitación en su casa.

Por la mañana acabo el puerto de montaña, paso Tila y desciendo por la cara sur de la montaña , mucho más seca. A medio día llego al pueblo de Petalcingo, donde mis piernas claman por descanso tras tres días de montaña. En el parque central conozco a Manuel, que me lleva al estadio de Beisbol donde ayuda en los trabajos a cambio de gasolina para su moto. Chito, el responsable del estadio, fue jugador profesional durante 16 años, asi que entre gorras, bates y camisetas paso tres noches.

Sigo camino por estas montañas con algunos tramos de fuerte pendiente que suelen coincidir con zonas bacheadas o desprovistas de asfalto, en estos tramos suelen acumularse los coches formando atascos y al rebasarme uno de ellos menos mal que decido mirar hacia atrás, pues transporta un largo hierro sobresale de la camioneta y queda a la altura de mi cabeza. Las fuertes lluvias de la húmeda han llegado a hundir la carretera en estos tramos, en los alrededores se ven las montañas ocupadas por la selva, pero con zonas en pendiente desprovistas de árboles por los habituales corrimientos de tierra de estas “esponjosas” laderas. A medida que avanzo escucho un nuevo dialecto, el Tetzal y comienzan a aparecer mujeres con coloridas faldas, camisa blanca y collares con grandes lenguas de colores.

En otros estados todo el mundo me advertía de que Chiapas era bastante peligroso, si bien, Chito me aclaró que, aparte del siempre problema del narcotráfico y los asaltos, el principal problema aquí son los enfrentamientos entre ejidatarios (trabajadores de tierras comunales) y pobladores que empiezan a adquirir las fincas en este Estado. Estos enfrentamientos se tornan a veces muy violentos y acaban en quema de vehículos y casas. En estas carreteras es habitual ver carteles y pancartas con la imagen del Che Guevara y textos como: “El capitalismo asesina a los pueblos”. En un momento por la carretera, dos tipos han tendido una viga de madera con clavos hacia arriba. Esperan a un coche para detenerlo.

Por encima de los mil metros la humedad se reduce, la selva se vuelve menos densa y aparecen los cultivos de café, al que me invitan de tanto en tanto en la noche cuando pregunto por un lugar para dormir.

El dia de Reyes llego a Altamirano, un pueblo con ambiente distinto, por la calle casi todos los comercios tiene rejas. Al llegar a la iglesia la encuentro a reventar y al terminar la misa el padre me ofrece un cuarto para dormir. El ambiente católico es más que llamativo en este pueblo donde las misas empiezan a oficiarse a la 7 de la mañana.

En una colonia residencial a 1800 metros pasaré la noche más fría hasta ahora. Es un lugar bastante pobre y resulta más que desconcertante ver a los chicos enganchados al móvil entre casas de madera y chapa, esperaba algo más auténtico de una zona tan aislada. En la casa ejidal y tras esperar una reunión de las autoridades, me dan permiso para acampar en el bonito parque, junto a un tejado que me protege de la lluvia. Llama la atención las dos celdas que tengo a escasos metros de mí, como si quisieran exponer a quien la ocupe, aunque en este caso están vacías. Me doy una ducha en un baño público de un metro cuadrado, previo calentado de agua.

Camino a las lagunas de Montebello, casi en la frontera, me encuentro con que los guardas no me cobran la entrada al parque, que está en unos 100 pesos (5 euros). Apenas avanzo unos metros y un sobrecogedor silencio inunda el lugar, apenas roto por el canto de los pájaros. Tras los enormes pinos empiezan a aparecer lagunas de agua turquesas. Sigo avanzando y llego al enorme lago de Bosque Azul y mientras pienso si podré acampar o no en esta zona protegida, una familia que vende comida en un puestito me recibe:

-                   - ¿Va a “campar”?

Bajo y acampo junto al lago, frente al punto donde el sol ya empieza a esconderse y antes de cenar, veo el atardecer.

Por la mañana vuelvo a pasar por el puestito de comida y tras preguntar por desayunos me piden 5 euros por una quesadilla, rechazo el ofrecimiento y a cambio no me dejan un poco de agua para lavar los platos.

En Carmen Xhán inicio la dura subida hacia la frontera y llego al cartel de “Bienvenido a Guatemala” sin ver la oficina de migración.

-          - Está en el centro del pueblo – me dice alguien

Vuelta a bajar para sellar y vuelta a subir para entrar a un nuevo país tras 49 días en México.





Aeropuerto de Cancún: empieza la aventura









                                     En la casa de la cultura de Cobá








Casas en Yucatán













Cualquier ayuda puede ser buena











Mosaicos mayas en las ruinas de Iturbide













Pirámides mayas en Reforma (Tabasco)










Noche de la "Virgencita"











Tres días después del picotazo
















































Cruzando el rio Usumacinta en el día de Navidad











Menos mal que pasaron las lluvias





















Estado de Chiapas























Lagunas de Montebello






































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